Los Grupos de Presion


MONTONEROS

Montoneros fue una organización guerrillera argentina cuyos objetivos iniciales fueron: la desestabilización y derrota de la dictadura militar imperante en Argentina desde 1966 (Juan Carlos Onganía 1966/70; Marcelo Levingston 1970/71; Alejandro Agustín Lanusse 1971/73) y el retorno del General Perón. Siguieron estos objetivos por medio de tácticas urbanas, las cuales incluyeron asesinatos contra civiles y militares. Si bien durante sus primeros años de existencia recibieron apoyo y reconocimiento de importantes sectores populares, a partir del primero de mayo de 1974, cuando se produjo un enfrentamiento público con el entonces presidente Juan Domingo Perón, sufrieron un rechazo por parte de la sociedad y de los sectores sindicales y políticos del peronismo ortodoxo, lo que motivó el aislamiento y el pase a la clandestinidad del grupo. Luego de atravesar varios conflictos internos fue finalmente perseguido y aniquilado por el gobierno militar que asumió el poder en 1976.

El grupo comenzó a movilizarse en la década del 60, en la confluencia de militantes del movimiento nacionalista estudiantil Tacuara, la Agrupación de Estudios Sociales de Santa Fe, y el integrismo de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.

Al principio se autodefinían como una vanguardia armada nacionalista, católica y peronista, con elementos del marxismo latinoamericano revolucionario provenientes del Che Guevara y de Fidel Castro. Utilizaban consignas tales como “Perón o muerte”. Montoneros se asumió como organización política militar en la provincia de Buenos Aires, y es encabezada por Fernando Abal Medina, Carlos Gustavo Ramus, José Sabino Navarro, Emilio Maza, Carlos Capuano Martínez, Norma Arrostito, Mario Firmenich, entre otros. Posteriormente, otros dirigentes notorios fueron algunos provenientes la organización Decamisados y otros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR)

La organización armada Montoneros se presentó ante la sociedad el primero de Junio de 1970 mediante el asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu, quien fuera el cabecilla de la autodenominada Revolución Libertadora, una sublevación militar que en 1955 había derrocado al segundo gobierno constitucional peronista. El general había sido secuestrado dos días antes, el 29 de mayo, cuando militantes Montoneros (vestidos como oficiales del Ejército) lo capturaron en su departamento, haciéndole creer que le brindarían custodia. Antes de ser ejecutado, Aramburu es sometido a "juicio revolucionario", donde es acusado de traidor a la patria. Generalmente los estudiosos de los movimientos armados de la época establecen el punto fundacional en este secuestro, pero en la práctica Montoneros ya existía como una organización política desde varios meses antes, aunque muy minoritaria y casi secreta.

El 7 de Septiembre de 1970 en William Morris, Provincia de Buenos Aires, murieron en combate Fernando Abal Medina y Carlos Gustavo Ramus. Desde entonces, la militancia que adscribe al sector de izquierda peronista conmemora esa fecha como el "Día del Montonero".




Declaración de un Montonero.

No se ha omitido palabra alguna, ni expresiones propias de su autor, como una manera de entender cabalmente, el momento histórico del que fuimos víctima.

HERIBERTO J E ROMAN

DE Martín Caparrós
25.07.2008



Nunca hubiera pensado que alguna vez podía llegar a estar de acuerdo con el hijo de puta del ex general Luciano Benjamín Menéndez. Y sin embargo, ayer. Ayer, en su alegato final, el ex Menéndez, ex jefe de una de las unidades militares más asesinas, el Tercer Cuerpo de Ejército, hombre de cuchillos tomar y de presos matar, peroró en su defensa. Dijo, en síntesis, que las fuerzas armadas argentinas pelearon y ganaron para “evitar el asalto de la subversión marxista”.
La subversión marxista –o más o menos marxista, de la que yo también formaba parte – quería, sin duda, asaltar el poder en la Argentina para cambiar radicalmente el orden social. No queríamos un país capitalista y democrático: queríamos una sociedad socialista, sin economía de mercado, sin desigualdades, sin explotadores ni explotados, y sin muchas precisiones acerca de la forma política que eso adoptaría –pero que, sin duda, no sería la “democracia burguesa” que condenábamos cada vez que podíamos. Por eso estoy de acuerdo con el hijo de mil putas cuando dice que “los guerrilleros no pueden decir que actuaban en defensa de la democracia”. Tan de acuerdo que lo escribí por primera vez en 1993, cuando vi a Firmenich diciendo por televisión que los Montoneros peleábamos por la democracia: mentira cochina.
Entonces escribí que creíamos muy sinceramente que la lucha armada era la única forma de llegar al poder, que incluso lo cantábamos: “Con las urnas al gobierno / con las armas al poder”, y que falsear la historia era lo peor que se les podía hacer a sus protagonistas: una forma de volver a desaparecer a los desaparecidos. Me indigné y, de tan indignado, quise escribir La voluntad para contar quiénes habían sido y qué querían realmente los militantes revolucionarios de los años sesentas y setentas. (A propósito: es la misma falsificación que se comete cuando se dice, como lo ha hecho Kirchner, que este gobierno pelea por realizar los sueños de aquellos militantes: esos sueños, está claro, eran muy otros. En esa falsificación, Kirchner y el asesino ex se acercan; ayer Menéndez decía que “los guerrilleros del 70 están hoy en el poder”, sin ver que, si acaso, los que están alrededor del gobierno son personas que estuvieron alrededor de esa guerrilla en los setentas y que cambiaron, como todo cambió, tanto en los treinta últimos años que ya no tienen nada que ver con todo aquello, salvo para usarlo como figura retórica.)J.F.
Es curioso cómo se reescribió aquella historia. Hoy la mayoría de los argentinos tiende a olvidar que estaba en contra de la violencia revolucionaria, que prefería el capitalismo y que estuvo muy satisfecha cuando los militares salieron a poner orden. “Ostentamos el dudoso mérito en ser el primer país en el mundo que juzga a sus soldados victoriosos, que lucharon y vencieron por orden de y para sus compatriotas”, dijo el asesino –y tiene razón. Pero la sociedad argentina se armó un relato según el cual todos estaban en contra de los militares o, por lo menos, no tenían ni idea.
Es cierto que no podían haber imaginado que esa violencia era tan bruta, tan violenta, pero había que ser muy esforzado o muy boludo para no darse cuenta de que, más allá de detalles espantosos, las fuerzas armadas estaban reprimiendo con todo. El relato de la inocencia mayoritaria se ha impuesto, pese a sus contradicciones evidentes. Los mismos medios que ahora cuentan con horror torturas y asesinatos las callaron entonces; los mismos partidos políticos que se hacían los tontos ahora las condenan; los mismos ciudadanos que se alegraban privada y hasta públicamente del retorno del orden ahora se espantan. Y todos ellos conforman esta masa de ingratos a la que se dirige el muy hijo de exputa: “Luchamos por y para ustedes” –les dice y, de hecho, los militares preservaron para ellos el capitalismo y la democracia burguesa. Pero la sociedad argentina se ha inventado un pasado limpito en el que unos pocos megaperversosasesinos como éste hicieron a espaldas de todos lo que ellos jamás habrían permitido, y les resulta mucho más cómodo. Como les resulta mucho más cómodo, ahora, indignarse con el ex que repensar qué hicieron entonces, a quién apoyaron, en qué los benefició la violencia de los represores, y lo fácil que les resultó, muchos años después, asombrarse, impresionarse e indignarse.
El ex Menéndez es, sin duda, un asesino, y ojala que se pudra en la cárcel. Es obvio que no es lo mismo la violencia de un grupo de ciudadanos que la violencia del Estado, pero es tonto negar que nosotros proponíamos la guerra popular y prolongada como forma de llegar al poder. Y también es obvio que la violencia de los militares no les sirvió sólo para vencer a la guerrilla: lo habrían podido conseguir con mucho menos.
Durante mucho tiempo me equivoqué pensando que los militares habían exagerado: que la amenaza revolucionaria era menor, que no justificaba semejante despliegue. Tardé en entender que los militares y los ricos argentinos habían usado esa amenaza como excusa para corregir la estructura socioeconómica del país: para convertir a la Argentina en una sociedad con menos fábricas y por lo tanto menos obreros reivindicativos, para disciplinar a los díscolos de cualquier orden, y para cumplir con las órdenes reservadas del secretario de Estado USA, su compañero Kissinger, que les dijo en abril de 1976 que debían volver a convertir a nuestro país en un exportador de materia prima agropecuaria.
Es lo que dijo el ex: “¡Y nosotros estamos siendo juzgados! ¿Para quién ganamos la batalla?”. Porque es cierto que la ganaron, y que su resultado principal no son estos juicios sino este país sojero. Ése es el punto en que casi todos se hacen los boludos. La indignación siempre fue más fácil que el pensamiento. Supongo que es mejor que muchos, para sentirse probos, prefieran condenar a los militares antes que seguir apoyándolos como entonces. Pero no deja de inquietarme que todo sea tan fácil y que sólo un asesino hijo de puta suelte, de vez en cuando, ciertas verdades tremebundas

ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) 
El ERP nace como consecuencia de una decisión política del último congreso del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) realizado en Julio de 1968, inicia el proceso que culmina con la creación de este al expulsar a la fracción derechista de Nahuel Moreno. Es un proceso a veces confuso donde se da la batalla contra: a) Una corriente reformista que por entonces subsiste en ciertos sectores de la organización, y b) Contra una tendencia que esconde su “Centrismo detrás de la defensa de la concepción “Clásica del “partido bolchevique”. En esos dos años el partido avanzó firmemente: incorporó la experiencia de la revolución continental en la década del sesenta, incorporó y discutió los principios del “maoísmo” y de las estrategias del “marighelismo” y de los “tupamaros”, lo que indica una radicalización permanente.
En ese mismo tiempo, en el terreno de la práctica y por las dificultades internas hay acciones de todo tipo que no se firman y aceleran las contradicciones de la organización. Diecisiete fueron presos en Tucumán por apoyar con acciones de violencia en una huelga general y otros tantos fueron presos en Rosario por acciones contra destacamentos policiales. El partido también tenía la intención de pelear por sus militantes caídos en poder del enemigo, como se evidenció en las acciones de rescate de prisioneros.
En el V Congreso realizado en julio de 1971, la decisión de limpiar el camino de contradicciones internas para asumir un nuevo nivel de lucha era firme. El congreso reafirmó entonces esta tesis central: “Consolidación de un partido clasista y revolucionario, ideológicamente socialista y partícipe activo de la Cuarta Internacional que dirigen Ernst Mandel, Pierre Franck y Alain Krivine, entre otros”. En el mismo Congreso se decidió organizar el Ejército Revolucionario del Pueblo, que debía ser un ejército proletario por su composición social básica, revolucionario por su práctica y asumir la forma de una organización de masas por operar en el marco de una guerra civil popular.
Sin embargo, esto no quiere decir que el ERP es el brazo armado del PRT. Es una organización de masas para la guerra civil. Sus filas estaban constituidas por los militantes del Partido más que aquellos combatientes de diferentes capas sociales y disímiles extracciones políticas que aceptan pelear por el programa del ERP, es un programa antiimperialista, anticapitalista y democrático, a diferencia del programa del PRT que es claro y definidamente socialista.

El ERP estaba dirigido político-militarmente por el PRT, planteándose operar y crecer como un instrumento político en el seno de las masas, para así resolver algunas contradicciones comunes en el movimiento revolucionario latinoamericano entre los que se cuentan el problema del “brazo armado y el brazo político”, el antagonismo entre la actividad política y acción militar y el frecuente divorcio de ambas prácticas respecto de la dinámica política de las masas y de las características político-militares del enemigo.
El principió estratégico no era ganar la guerra que para ellos había comenzado, sino extenderla, por medio de acciones políticas y de la acción militar
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FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias)
Era una organización político-militar que, si bien venía gestándose desde tiempo atrás, se dio a conocer públicamente en julio de 1970 para terminar fusionándose con Montoneros en 1973. 
Militantes que provenían diversos ámbitos de izquierda, se apartaron críticamente de ellos en los tempranos ‘60 y constituyeron hacia 1970 una organización político-militar que terminó identificándose con el peronismo.
A lo largo de los ‘60 se fueron conformando sus opciones ideológicas y políticas frente a los dilemas que gran parte de la izquierda atravesó por aquellos años. Particularmente, las posiciones y prácticas políticas que fueron asumiendo los grupos por los que transitaron sus fundadores sobre cuestiones que luego serían claves en la construcción del proyecto y la identidad política de las FAR: la relación entre izquierda y peronismo y la opción por la lucha armada.
Teniendo en cuenta los objetivos, la periodización de los orígenes de la FAR puede abarcar dos etapas:

La primera, abarcaría los antecedentes y el proceso de conformación de los dos grupos que fundaron la organización. Uno de estos grupos estaba encabezado por Carlos Olmedo, quien luego sería el máximo líder de la FAR. Era el grupo más numeroso y estaba integrado por militantes que posteriormente serían muy conocidos como Roberto Quieto o Marcos Osatinsky. Sus miembros provenían mayoritariamente de sucesivas rupturas del Partido Comunista, participando algunos de ellos de nucleamientos políticos efímeros como “Vanguardia Revolucionaria”, que se separó del Partido Comunista en 1963, o del grupo que editaba la publicación político-cultural La Rosa Blindada, expulsado del mismo partido en 1964. Este grupo es el más conocido en términos de los orígenes de las FAR. El otro grupo que fundó las FAR estaba liderado por Arturo Lewinger, luego dirigente de primer nivel de esa organización y de Montoneros. Sus miembros también provenían de la izquierda aunque el grupo se conformó en base a una trayectoria política distinta. Casi todos ellos habían militado en el “Movimiento de Izquierda Revolucionaria-Praxis” (MIR-P) orientado por Silvio Frondizi y luego en el “Tercer Movimiento Histórico” (3MH), una escisión de aquél movimiento generada entre los años 1963 y 1964 que se disolvió en 1966 con el golpe militar de la autodenominada “Revolución Argentina”.
Ambos grupos terminaron de consolidarse como tales entre los años 1966 y 1967, cuando viajaron a Cuba recibiendo allí instrucción militar con la intención de integrarse a la experiencia guerrillera que por ese entonces Ernesto “Che” Guevara libraba en Bolivia. Sin embargo, no lograron concretar este objetivo.

La segunda etapa se centra en el origen inmediato de la organización. Fue en el año 1968, luego del fracaso del foco boliviano, que ambos grupos comenzaron a coordinar actividades conjuntas, dando lugar a lo que en la bibliografía testimonial y en documentos de la época suele denominarse "proto-FAR". Desde la muerte del “Che” hasta el año del “Cordobazo” sobreviene en el nucleamiento “proto-FAR” un ciclo de redefiniciones político-ideológicas. Progresivamente, abandonaron la estrategia continental del “Che” y, utilizando el marxismo como método de análisis, intentaron delinear un proyecto propio centrado en la consideración de la realidad nacional del país. Desde entonces, la lucha guerrillera urbana y el debate sobre el peronismo, en tanto identidad política de grandes contingentes de la clase obrera argentina, pasaron al centro de la escena. Estos fueron los elementos que se conjugaron posibilitando la confluencia entre marxismo, nacionalismo y peronismo que luego sería característica de la organización.
A partir del año del “Cordobazo”, este nucleamiento, todavía sin nombre ni identidad política totalmente definida, comenzó a realizar diversas acciones armadas hasta presentarse públicamente en 1970, ya bajo la sigla FAR, con el copamiento de la localidad bonaerense de Garín.


OCPO (Organización Comunista Poder Obrero)

La historia de la Organización Comunista Poder Obrero (más conocida como Poder Obrero) es breve: abarca menos de 5 años. Entre 1974 y 1976, se constituye nacionalmente. Logró un desarrollo teórico, político y organizativo que lo llevó a participar de las experiencias más importantes del movimiento obrero y popular argentino en la década del 70, como las luchas obreras de Córdoba, Villa Constitución y, el punto culminante, las Coordinadoras de gremios en lucha de 1975, que fueron los organismos político-sindicales más avanzados de la historia del proletariado argentino.
Poder Obrero fue la síntesis de una de las tres importantes vertientes revolucionarias de la Argentina: La de origen peronista, que culminó en Peronismo de Base-FAP y Montoneros-FAR, la marxista, que tuvo su mayor desarrollo en el PRT, y la socialista revolucionaria, con FAL y OCPO como principales expresiones.
En esos breves años, se incorporaron a OCPO algunas de las tendencias emergentes de la crisis de FAL y numerosos grupos independientes nacidos a fines de los 60, aportando su experiencia militar y política.
En 1975 la organización cumplió un papel decisivo en las Coordinadoras a través de sus cuadros obreros y formuló una propuesta de avanzada frente a la crisis abierta por la bancarrota de Isabel Perón y el avance de la derecha, lo que la ubicó como tercera fuerza, normalmente en un papel mediador, junto Montoneros y PRT.
Poder Obrero estaba ideológicamente más próximo al PRT, la política de masas lo acerca a Montoneros, sobre todo a partir del surgimiento de las Coordinadoras, donde OCPO y Montoneros, en ese orden, adquieren una influencia determinante.